martes, 19 de octubre de 2010
viernes, 26 de febrero de 2010
LA VOZ MÁS BELLA.
<< He aquí que yo conduciré al justo a la soledad, allí le daré el mejor alimento y hablaré a su corazón>>, había dicho el Señor por boca del profeta. Y verdaderamente la soledad ha sido siempre la aspiración de los Santos, aun de aquellos que la Providencia ha destinado para vivir en el tumulto de las ocupaciones mundanas, en medio de las agitaciones del siglo.
Estos, cuando han tenido apenas un día disponible, se han refugiado en la soledad, y cuando, aun después de brevísima permanencia han salido de ella, han llevado consigo su perfume y un nostálgico anhelo que ha resonado cual resignado sollozo en sus escritos y en sus palabras.
Y es que en la soledad el alma entra dentro de sí misma, se purifica mediante el desasimiento, y el silencio la capacita para oír la voz más bella, cual es la de Dios.
Estos, cuando han tenido apenas un día disponible, se han refugiado en la soledad, y cuando, aun después de brevísima permanencia han salido de ella, han llevado consigo su perfume y un nostálgico anhelo que ha resonado cual resignado sollozo en sus escritos y en sus palabras.
Y es que en la soledad el alma entra dentro de sí misma, se purifica mediante el desasimiento, y el silencio la capacita para oír la voz más bella, cual es la de Dios.
viernes, 16 de octubre de 2009
Aislamiento o soledad.
<> Lam. III,28.
Dios se manifiesta cuando le place y a quien le place. Dueño absoluto de sus dones. Los dispensa según su agrado, sin que nadie tenga derecho a preguntarle: ¿Por qué éste tiene más y aquél tiene menos? Dios es el Amo y jamás pensó establecer una igualdad de inteligencia, ni de gracia. No debiendo nada a ninguno, nos da a todos más de lo que debe, aunque no a todos por igual. No tenemos derecho a investigar sus razones, pero sí debemos agradecerle la parte que se digna concedernos.
Los dones de Dios son gratuitos, pues si no, no serían dones, sin embargo, ya sea de un modo, ya de otro, siempre tenemos que corresponderle. Dios otorga, según sus designios, las peticiones que le presenta la humanidad. Pero lo que es indudable es que aquel que ha recibido más, saborea alegrías que los demás no pueden conocer y experimenta, en cambio amarguras que a éstos siempre les serán desconocidas.
"Los Santos y en un plano inferior los grandes genios, los poetas, los artistas, puede considerarse como los hijos mimados del dolor. Pero en compensación gustan en su corazón de tan dulces emociones y aún en este mundo sienten tales consolaciones, que dejarían de pertenecer a la humanidad si el dolor no les reservase sus más escogidos frutos".
Así, pues, si más o menos pertenecéis a una de estas categorías, aprestaos a sufrir.
Sufriréis, por que veréis flotar muy pronto el ideal ante vuestros ojos y sin embargo, a pesar de vuestros esfuerzos, no lograréis aquí en la tierra alcanzarle.
Sufriréis, por que, aparte vuestra propia impotencia, a cada paso encontraréis algún obstáculo. Aún sin fijarnos en los celos, la envidia, productos repugnantes del infierno, que no sufren la virtud y el mérito, bastará una simple e inocente incomprensión por parte de vuestros semejantes para haceros sufrir un oscuro, pero verdadero martirio.
A Dios plugo, por ejemplo, descubriros, sin que se conozca el motivo, más bastos horizontes que al resto de los mortales, y entonces admiráis regiones del espíritu que han permanecido ocultas hasta ahora. Llenos de esperanza y de ardor, os lanzáis a conquistar esas tierras inexploradas.
Pero el espacio que de ellas os separa está interceptado por una muchedumbre de ciegos y miopes, que os impiden el camino.
-Apartaos un poco- les rogáis-; ved que corro tras lo que Dios me manifiesta.
Y en ligar de apartarse, se estrechan más y se alinean reforzando la barrera.
-Dejadme paso- insistís-; allí existe inmensos tesoros que he visto yo mismo; si queréis, seguidme, y los repartiré con vosotros.
Pero no os siguen; no os entienden lo que decías, y no sólo no os cree en, si no que compasivamente se encogen de hombros; y por que no ven, dicen del que ve: - es exaltado, un alucinado, está loco.
En efecto, este es el mundo.
"Cuando un hombre vislumbra algo 24 horas antes que los demás, durante estas 24 horas le tiene el mundo por loco".
Sufrís, por tanto, la común sentencia. Los dones que Dios os ha dado tenéis que purgarlos, pues la humanidad no soporta que se den gratuitamente.
¿Intentaréis acaso en vuestra indignación y dolor romper a barrera? Seréis vosotros los que os sucumbáis; os causaréis grave daño sin poder triunfar del obstáculo; el enemigo es muy numeroso y no puede comprender, mejor aún, no quiere comprender.
No insistáis más es inútil. Os rechazarán a vosotros y lo que llaman vuestros sueños y he aquí que os veréis condenados, con esos dones que no podéis aprovechar, a vivir en aislamiento, en el peligroso aislamiento. No es bueno que el hombre este solo. (Gen 2, 18).
El aislamiento... ¡El triste aislamiento!... A menos que vuestra mirada, iluminada por una luz divina, descubra que podéis convertir este aislamiento en soledad; lo cual es bien distinto. El aislamiento es el desierto, es el tedio, es la muerte.
La soledad, es el lugar de los profundos pensamientos, de los descubrimientos maravillosos, de las gracias abundantes, de las resoluciones generosas, de las heroicas santificaciones.
En el aislamiento se vive solo; en la soledad se vive en compañía de Dios. El sabio necesita de la soledad para encausar sus investigaciones por un camino útil a la humanidad. El Santo necesita de ella para penetrar a la intimidad divina, que le sumerge en profundidades harto más hondas que las de la ciencia y tanto más útiles que los humanos descubrimientos, cuanto que aquéllas alcanzan en sus aplicaciones una vida eterna.
¿Lo aceptáis así? ¡Os conformáis con que el hombre se aleje y os olvide? ¿Admitís el vivir solos, apartados, envueltos en la sombra para no mostraros más?.
Entonces cambiará todo. Sin despecho ni rencor, entrad dentro de vosotros mismos; transformad vuestras fuerzas activas en fuerzas meditativas. Llegaréis a ser poderosos; ejecutaréis actos elevados; en vuestra soledad seréis grandes y seréis Santos y de vuestra santidad y de vuestra grandeza se aprovechará la humanidad. En el silencio y sin nadie sospecharlo, por vuestro trabajo, por vuestras oraciones, por vuestros méritos, por aquel sacrificio de vuestras propias iniciativas, prepararéis a los hombres a aceptar y a comprender más tarde eso mismo que hoy son incapaces de aceptar y comprender.
Sin duda, sufriréis en la soledad; ¡Ah, sí!, sufriréis; pero con un sufrimiento saludable que os inunda de satisfacción al fin de la jornada; ese sufrimiento en el que se piensa con dulzura al despertar del día siguiente; el sufrimiento que más tarde se siente no haber conocido antes y que no cedería por todos los tesoros del mundo, por que se adivina su verdadero dolor. El sufrimiento iluminado por relámpagos de alegría y de luz celestial, el sufrimiento que explica el sufrimiento insensato, en apariencia, de una Teresa de Jesús: "O padecer o morir"; o aquel otro del Apóstol Andrés, crucificado como su Maestro: "¡ Oh, Cruz amada!".
Este sufrimiento acaso os revele que no sois los designados para ejecutar por vosotros mismos la empresa; pero puede suceder que las causas segundas, es decir, los hombres, perturben los planes de la causa primera, o sea de Dios. Pero puede también suceder que tales causas los secunden. Son dos actos muy distintos: enseñar un terreno que queréis hacer fértil y el comisionar a alguien para que ejecute vuestro proyecto. Así, por ejemplo, enseño el terreno a un amigo mío; pero a quien llamo para explorarlo es jardinero. De igual modo puede Dios querer haceros el honor de una confidencia, sin tener intención de encargaros que ejecutéis sus planes.
Quizás vuestra misión este limitada a orientar la tensión de vuestros prójimos sobre cual es la divina voluntad, lo cual es ciertamente bien hermosa misión y elevada muestra de confianza.
Luego, alguien se apropiará vuestros proyectos y acabará por proponer lo mismo que mostrasteis antes que él y entonces se le acogerá con entusiasmo, se le aclamará como a un profeta de la ciencia, se le llevará en triunfo, y con su consentimiento se coronará con vuestra gloria como si fuera propia. Su nombre será conocido en todas partes, repitiéndooslo el eco mismo de vuestra soledad, en tanto que el vuestro caerá en el olvido.
En efecto, así ocurre; pero habréis de tener paciencia. Sabed esperar un poco; el balance final no se hace en la tierra; no se confía en manos de un subalterno; es preciso elevarse, llegar hasta la divina región, donde os esperan agradables sorpresas.
-¡Paciencia! No ignoro “que la injusticia produce en el alma una conmoción particular; la ataca en su mismo centro, y el silencio que se sigue y en el que se refugia es un silencio desconocido antes de haberlo experimentado. Es una sensación en la que el alma aprende lo que no conocía; y en esta prueba retrocede, o avanza purificada por el camino de la virtud.
Vuestra alma se santificará con la prueba y entonces no puede concebirse mayor gloria.
De fuera nada, absolutamente nada, podréis adquirir que no sea engañoso, injusto o efímero; la verdadera grandeza está dentro de vosotros mismos, en vuestra soledad, que pueblan Dios y sus dones.
Estáis solos, a solas con vuestro pensamiento, solos con vuestra alma; ¡Cuán provechosa situación!, en tanto que aquellos que os contradecían, aturdidos allá en la agitación de la multitud, están como impedidos para el bien obrar, vosotros, en la sombra de lo exterior y a la luz de vuestro interior, en la oración y el silencio, trabajáis por Dios y por las almas. Estad seguros que vuestro trabajo será fecundo: en el silencio es donde se forjan los héroes sacrificáis ciertamente lo pasajero, pero amontonáis lo eterno.
Trabajad, pues, trabajad sin cansaros, sin quejaros. Bendecid vuestro silencio, bendecid vuestra soledad; ella os ayudará a engrandeceros, a elevaros, a haceros santos y a santificar a otros. Nadie sospechará nunca lo que se encierra de sublime en el espacio limitado por los muros de vuestra habitación; ni vosotros mismos lo sospecháis, o si algo vislumbráis será quizás bien escaso. Pero Dios lo ve todo; Dios lo sabe todo y también un día vosotros y el Universo lo sabréis todo.
(texto extraído del libro "Nosotros..." A.M.D.G.)
Dios se manifiesta cuando le place y a quien le place. Dueño absoluto de sus dones. Los dispensa según su agrado, sin que nadie tenga derecho a preguntarle: ¿Por qué éste tiene más y aquél tiene menos? Dios es el Amo y jamás pensó establecer una igualdad de inteligencia, ni de gracia. No debiendo nada a ninguno, nos da a todos más de lo que debe, aunque no a todos por igual. No tenemos derecho a investigar sus razones, pero sí debemos agradecerle la parte que se digna concedernos.
Los dones de Dios son gratuitos, pues si no, no serían dones, sin embargo, ya sea de un modo, ya de otro, siempre tenemos que corresponderle. Dios otorga, según sus designios, las peticiones que le presenta la humanidad. Pero lo que es indudable es que aquel que ha recibido más, saborea alegrías que los demás no pueden conocer y experimenta, en cambio amarguras que a éstos siempre les serán desconocidas.
"Los Santos y en un plano inferior los grandes genios, los poetas, los artistas, puede considerarse como los hijos mimados del dolor. Pero en compensación gustan en su corazón de tan dulces emociones y aún en este mundo sienten tales consolaciones, que dejarían de pertenecer a la humanidad si el dolor no les reservase sus más escogidos frutos".
Así, pues, si más o menos pertenecéis a una de estas categorías, aprestaos a sufrir.
Sufriréis, por que veréis flotar muy pronto el ideal ante vuestros ojos y sin embargo, a pesar de vuestros esfuerzos, no lograréis aquí en la tierra alcanzarle.
Sufriréis, por que, aparte vuestra propia impotencia, a cada paso encontraréis algún obstáculo. Aún sin fijarnos en los celos, la envidia, productos repugnantes del infierno, que no sufren la virtud y el mérito, bastará una simple e inocente incomprensión por parte de vuestros semejantes para haceros sufrir un oscuro, pero verdadero martirio.
A Dios plugo, por ejemplo, descubriros, sin que se conozca el motivo, más bastos horizontes que al resto de los mortales, y entonces admiráis regiones del espíritu que han permanecido ocultas hasta ahora. Llenos de esperanza y de ardor, os lanzáis a conquistar esas tierras inexploradas.
Pero el espacio que de ellas os separa está interceptado por una muchedumbre de ciegos y miopes, que os impiden el camino.
-Apartaos un poco- les rogáis-; ved que corro tras lo que Dios me manifiesta.
Y en ligar de apartarse, se estrechan más y se alinean reforzando la barrera.
-Dejadme paso- insistís-; allí existe inmensos tesoros que he visto yo mismo; si queréis, seguidme, y los repartiré con vosotros.
Pero no os siguen; no os entienden lo que decías, y no sólo no os cree en, si no que compasivamente se encogen de hombros; y por que no ven, dicen del que ve: - es exaltado, un alucinado, está loco.
En efecto, este es el mundo.
"Cuando un hombre vislumbra algo 24 horas antes que los demás, durante estas 24 horas le tiene el mundo por loco".
Sufrís, por tanto, la común sentencia. Los dones que Dios os ha dado tenéis que purgarlos, pues la humanidad no soporta que se den gratuitamente.
¿Intentaréis acaso en vuestra indignación y dolor romper a barrera? Seréis vosotros los que os sucumbáis; os causaréis grave daño sin poder triunfar del obstáculo; el enemigo es muy numeroso y no puede comprender, mejor aún, no quiere comprender.
No insistáis más es inútil. Os rechazarán a vosotros y lo que llaman vuestros sueños y he aquí que os veréis condenados, con esos dones que no podéis aprovechar, a vivir en aislamiento, en el peligroso aislamiento. No es bueno que el hombre este solo. (Gen 2, 18).
El aislamiento... ¡El triste aislamiento!... A menos que vuestra mirada, iluminada por una luz divina, descubra que podéis convertir este aislamiento en soledad; lo cual es bien distinto. El aislamiento es el desierto, es el tedio, es la muerte.
La soledad, es el lugar de los profundos pensamientos, de los descubrimientos maravillosos, de las gracias abundantes, de las resoluciones generosas, de las heroicas santificaciones.
En el aislamiento se vive solo; en la soledad se vive en compañía de Dios. El sabio necesita de la soledad para encausar sus investigaciones por un camino útil a la humanidad. El Santo necesita de ella para penetrar a la intimidad divina, que le sumerge en profundidades harto más hondas que las de la ciencia y tanto más útiles que los humanos descubrimientos, cuanto que aquéllas alcanzan en sus aplicaciones una vida eterna.
¿Lo aceptáis así? ¡Os conformáis con que el hombre se aleje y os olvide? ¿Admitís el vivir solos, apartados, envueltos en la sombra para no mostraros más?.
Entonces cambiará todo. Sin despecho ni rencor, entrad dentro de vosotros mismos; transformad vuestras fuerzas activas en fuerzas meditativas. Llegaréis a ser poderosos; ejecutaréis actos elevados; en vuestra soledad seréis grandes y seréis Santos y de vuestra santidad y de vuestra grandeza se aprovechará la humanidad. En el silencio y sin nadie sospecharlo, por vuestro trabajo, por vuestras oraciones, por vuestros méritos, por aquel sacrificio de vuestras propias iniciativas, prepararéis a los hombres a aceptar y a comprender más tarde eso mismo que hoy son incapaces de aceptar y comprender.
Sin duda, sufriréis en la soledad; ¡Ah, sí!, sufriréis; pero con un sufrimiento saludable que os inunda de satisfacción al fin de la jornada; ese sufrimiento en el que se piensa con dulzura al despertar del día siguiente; el sufrimiento que más tarde se siente no haber conocido antes y que no cedería por todos los tesoros del mundo, por que se adivina su verdadero dolor. El sufrimiento iluminado por relámpagos de alegría y de luz celestial, el sufrimiento que explica el sufrimiento insensato, en apariencia, de una Teresa de Jesús: "O padecer o morir"; o aquel otro del Apóstol Andrés, crucificado como su Maestro: "¡ Oh, Cruz amada!".
Este sufrimiento acaso os revele que no sois los designados para ejecutar por vosotros mismos la empresa; pero puede suceder que las causas segundas, es decir, los hombres, perturben los planes de la causa primera, o sea de Dios. Pero puede también suceder que tales causas los secunden. Son dos actos muy distintos: enseñar un terreno que queréis hacer fértil y el comisionar a alguien para que ejecute vuestro proyecto. Así, por ejemplo, enseño el terreno a un amigo mío; pero a quien llamo para explorarlo es jardinero. De igual modo puede Dios querer haceros el honor de una confidencia, sin tener intención de encargaros que ejecutéis sus planes.
Quizás vuestra misión este limitada a orientar la tensión de vuestros prójimos sobre cual es la divina voluntad, lo cual es ciertamente bien hermosa misión y elevada muestra de confianza.
Luego, alguien se apropiará vuestros proyectos y acabará por proponer lo mismo que mostrasteis antes que él y entonces se le acogerá con entusiasmo, se le aclamará como a un profeta de la ciencia, se le llevará en triunfo, y con su consentimiento se coronará con vuestra gloria como si fuera propia. Su nombre será conocido en todas partes, repitiéndooslo el eco mismo de vuestra soledad, en tanto que el vuestro caerá en el olvido.
En efecto, así ocurre; pero habréis de tener paciencia. Sabed esperar un poco; el balance final no se hace en la tierra; no se confía en manos de un subalterno; es preciso elevarse, llegar hasta la divina región, donde os esperan agradables sorpresas.
-¡Paciencia! No ignoro “que la injusticia produce en el alma una conmoción particular; la ataca en su mismo centro, y el silencio que se sigue y en el que se refugia es un silencio desconocido antes de haberlo experimentado. Es una sensación en la que el alma aprende lo que no conocía; y en esta prueba retrocede, o avanza purificada por el camino de la virtud.
Vuestra alma se santificará con la prueba y entonces no puede concebirse mayor gloria.
De fuera nada, absolutamente nada, podréis adquirir que no sea engañoso, injusto o efímero; la verdadera grandeza está dentro de vosotros mismos, en vuestra soledad, que pueblan Dios y sus dones.
Estáis solos, a solas con vuestro pensamiento, solos con vuestra alma; ¡Cuán provechosa situación!, en tanto que aquellos que os contradecían, aturdidos allá en la agitación de la multitud, están como impedidos para el bien obrar, vosotros, en la sombra de lo exterior y a la luz de vuestro interior, en la oración y el silencio, trabajáis por Dios y por las almas. Estad seguros que vuestro trabajo será fecundo: en el silencio es donde se forjan los héroes sacrificáis ciertamente lo pasajero, pero amontonáis lo eterno.
Trabajad, pues, trabajad sin cansaros, sin quejaros. Bendecid vuestro silencio, bendecid vuestra soledad; ella os ayudará a engrandeceros, a elevaros, a haceros santos y a santificar a otros. Nadie sospechará nunca lo que se encierra de sublime en el espacio limitado por los muros de vuestra habitación; ni vosotros mismos lo sospecháis, o si algo vislumbráis será quizás bien escaso. Pero Dios lo ve todo; Dios lo sabe todo y también un día vosotros y el Universo lo sabréis todo.
(texto extraído del libro "Nosotros..." A.M.D.G.)
viernes, 5 de junio de 2009
Vivir muriendo y morir viviendo
El ermitaño es una víctima consagrada a Dios, muriendo para el mundo y para sí mismo, ofreciendo su vida en holocausto y sacrificio,en el anonimato, en pobreza y castidad perfectas, en oración, soledad, silencio y penitencia tratando de reparar por los pecados propios y del prójimo. Viviendo sólo de amor para el Amor.
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